Francisco visita la catedral de Bagdad que fue blanco de un atentado

Al hablar ante el clero iraquí durante la visita, el Papa dijo que «la incitación a la guerra, las actitudes de odio, la violencia y el derramamiento de sangre son incompatibles con las enseñanzas religiosas».

El papa Francisco aseguró que la violencia y el derramamiento de sangre «son incompatibles» con la religión, al hablar ante el clero iraquí durante una visita a la Catedral de Bagdad más de cinco años después de haber sido blanco de un letal atentado del Estado Islámico.

«La incitación a la guerra, las actitudes de odio, la violencia y el derramamiento de sangre son incompatibles con las enseñanzas religiosas», dijo el Papa en la Catedral de Nuestra Señora de la Salvación de Bagdad, donde más de 50 personas murieron en octubre de 2010 en el ataque del grupo yihadista.

Francisco habló en la catedral ante obispos y sacerdotes locales en su segundo discurso en Irak horas después de su arribo a Bagdad para la primera visita de un Papa al país, que tiene como uno de sus objetivos solidarizarse con una minoría cristiana diezmada por sucesivos espasmos de violencia desde la invasión estadounidense de 2003.

Cuarenta y ocho de los cristianos muertos en el atentado de 2010 están en proceso de ser declarados «mártires» por el Vaticano.

«La incitación a la guerra, las actitudes de odio, la violencia y el derramamiento de sangre son incompatibles con las enseñanzas religiosas»

«Y quiero también recordar a todas las víctimas de la violencia y las persecuciones, pertenecientes a cualquier comunidad religiosa», agregó Francisco, de 84 años.

La Catedral del rito católico-siríaco visitada por Jorge Bergoglio también fue una de las seis iglesias atacadas en agosto de 2004 en una ola coordinada de atentados con cinco coches bomba en Bagdad y otro en la norteña ciudad de Mosul. Los ataques dejaron 12 muertos y más de 70 heridos.

En el discurso al clero, el Papa dijo que la población de Irak afrontó «las consecuencias de la guerra y de las persecuciones, la fragilidad de las infraestructuras básicas y la lucha continua por la seguridad económica y personal, que a menudo ha llevado a desplazamientos internos y a la migración de muchos, también de cristianos, hacia otras partes del mundo».

De hecho, según estadísticas de la Santa Sede, la población cristiana pasó de más de 1 millón antes de 2003 hasta los 300.000 presentes en la actualidad en todo el país, luego de la caída del Gobierno del presidente Saddam Hussein, primero, y de la instauración del califato del Estado Islámico en 2014.

«Las diferentes Iglesias presentes en Irak, cada una con su ancestral patrimonio histórico, litúrgico y espiritual, son como muchos hilos particulares de colores que, trenzados juntos, componen una alfombra única y bellísima»

Con presencia de representantes caldeos, católicos y de rito latino en los bancos de la Iglesia, enmarcados por los siete pilares que confieren al interior del edificio un aspecto de barco, Francisco convocó a los distintos grupos a ponderar la unidad de los diversos grupos católicos del país.

«Pienso en la familiar imagen de una alfombra. Las diferentes Iglesias presentes en Irak, cada una con su ancestral patrimonio histórico, litúrgico y espiritual, son como muchos hilos particulares de colores que, trenzados juntos, componen una alfombra única y bellísima, que no sólo atestigua nuestra fraternidad, sino que remite también a su fuente», detalló.

Con énfasis en el diálogo interreligioso, otro de los ejes de la visita, el pontífice adelantó algunos de los planteos que hará el sábado desde las ruinas de la ciudad de Ur, en el sur del país, considerada tierra de encuentro entre cristianos, musulmanes y judíos.

«Mañana, en Ur, encontraré a los líderes de las tradiciones religiosas presentes en este país, para proclamar una vez más nuestra convicción de que la religión debe servir a la causa de la paz y de la unidad entre todos los hijos de Dios», destacó.

En ese marco, de frente a las casi 100 personas que lo escucharon en la Catedral del centro de Bagdad, Francisco agradeció al clero «su compromiso de ser constructores de paz, en el seno de sus comunidades y con los creyentes de otras tradiciones religiosas, esparciendo semillas de reconciliación y de convivencia fraterna que pueden llevar a un renacer de la esperanza para todos».

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